Abrí el cajón con violencia y este
cayó al suelo. La habitación era un revoltijo creado por el huracán de despecho
que dominaba mis manos. Ya no tenía más que arrojar al suelo, llevaba horas
llorando, horas después de que esa puerta se cerró y con ese gesto una parte de
mi. Agotada, caí de rodillas junto al cajón y en un nuevo intento de furia comencé
a volcar una a una las prendas en el suelo, pero ya mi cuerpo no acompañaba…dolorida
inicié un repaso de recuerdos evocados por esas prendas caídas al azar, un puto azar
de melancolía.

Esa tarde reñimos por enésima vez, a Él
no le gustaba, me acusó de superficial
recriminándome buscar ese tipo de bisutería “¿No te das cuenta que ya no
tienes edad para esas cosas? te sobran años y kilos”
sentenció cruelmente condenándome a recatados abalorios, que utilicé desde
entonces para no disgustarlo.
Si, respiré hondo el recuerdo había
traído otro sentimiento ¿hace cuanto no visto de colores?¿Cuándo
dejé los tacones? Apreté el puño…miré a mi alrededor, todo revuelto.
Al fin me moví y me di cuenta del tiempo que había cedido a esa angustia. El
aire movía la cortina dejando entrar el naranjo pálido de la tarde, todo era de
un tono sepia, tal como se había vuelto mi vida. Seguir sin él ¿Realmente
era tan duro? ¿Hace cuanto no rozaba mi cintura? Me puse frente al espejo, vi
mi cara hinchada por el llanto, despeinada, envejecida por la tristeza. NO. Dije en voz alta, me agaché y recogí un
peine y cepillé mi pelo, lo dejé libre. Sonreí
y me coloqué el collar. Acto seguido cogí el móvil y ví las llamadas
de mis amigas…era hora de salir de casa. Pero esa noche saldría sola a
encontrarme con la ciudad y sus temores armada de tacones rojos y colores en su
abrigo
Y es que viví mi propio “ Via Crucis”
con cada estación. Los latigazos del desprecio, las caídas en que mi cruz se
hizo más pesada…esa sensación de soledad infinita, abandonada por todos, esa
puerta que al cerrarse se convirtió en la lanza mortal y por último…mi propia
resurrección. Reencontrarme conmigo y mis formas, mis colores mis sonidos y
asi, limpia de dolor reencontrarme con los que nunca me negaron y siempre
supieron que volvería…nunca se apartará del todo esa cruz, siempre habrá miedos,
desconfianzas y traiciones…pero aquel día la miré a la cara y se hizo tan
pequeña que no pesa y me recuerda que mis
colores nunca me abandonaron, sólo esperaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario