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viernes, 3 de abril de 2015

Después del latigo, la soledad, el miedo y luego Mi resurrección

Abrí el cajón con violencia y este cayó al suelo. La habitación era un revoltijo creado por el huracán de despecho que dominaba mis manos. Ya no tenía más que arrojar al suelo, llevaba horas llorando, horas después de que esa puerta se cerró y con ese gesto una parte de mi. Agotada, caí de rodillas junto al cajón y en  un nuevo intento de furia comencé a volcar una a una las prendas en el suelo, pero ya mi cuerpo no acompañaba…dolorida inicié un repaso de recuerdos evocados por esas prendas caídas al azar, un puto  azar de melancolía.


De pronto, toqué algo diferente. Lo levanté y me encontré con un collar de colores vivos, grande, brillante como eran antes mis sueños. Sonreí entre lágrimas, no lograba recordar ese collar, seguramente había sido un regalo de él, las lágrimas volvieron. La luz de la tarde interrumpió impertinente el  paso del tiempo y yo...yo seguía igual, entre arrepentida, culpable y temerosa…buscaba en esas telas algún aroma que le hiciera sentir la presencia de él…del amor perdido. Y es que seguir adelante sin él, sin el calor de sus manos acariciando mi cintura parecía imposible. Acariciaba los trapos del suelo, ya casi sin sentir las piernas de tanto estar en la misma posición, con la cadena del collar entre mis dedos. En un acto de masoquismo  tomé las cuentas del collar  y mi mente inició su particular rosario de recuerdos ¿Cuándo recibí ese collar? Lo miré fijamente, fue hace años, no…no fue un regalo…ese collar estaba escondidofue el último abalorio que compré sin su consentimiento, lo último que compré por impuso, antes usaba esas cosas, collares y pendientes grandes, bufandas de colores. Me limpié las lágrimas mientras seguía mirando las piedras de colores que parecían sonreír.   Como una ráfaga  vinieron a su mente las imágenes, los sonidos.

Esa tarde reñimos por enésima vez, a Él no le gustaba, me acusó de superficial  recriminándome buscar ese tipo de bisutería “¿No te das cuenta que ya no tienes edad para esas cosas? te sobran años y kilos sentenció cruelmente condenándome a recatados abalorios, que utilicé desde entonces para no disgustarlo.

Si, respiré hondo el recuerdo había traído otro sentimiento ¿hace cuanto no visto de colores?¿Cuándo dejé los tacones? Apreté el puño…miré a mi alrededor, todo revuelto. Al fin me moví y me di cuenta del tiempo que había cedido a esa angustia. El aire movía la cortina dejando entrar el naranjo pálido de la tarde, todo era de un tono sepia, tal como se había vuelto mi vida. Seguir sin él ¿Realmente era tan duro? ¿Hace cuanto no rozaba mi  cintura? Me puse frente al espejo, vi mi cara hinchada por el llanto, despeinada, envejecida por la tristeza.  NO. Dije en voz alta, me agaché y recogí un peine y cepillé mi pelo, lo dejé libre. Sonreí  y me coloqué el collar. Acto seguido cogí el móvil y ví las llamadas de mis amigas…era hora de salir de casa. Pero esa noche saldría sola a encontrarme con la ciudad y sus temores armada de tacones rojos y colores en su abrigo
 

Y es que viví mi propio “ Via Crucis” con cada estación. Los latigazos del desprecio, las caídas en que mi cruz se hizo más pesada…esa sensación de soledad infinita, abandonada por todos, esa puerta que al cerrarse se convirtió en la lanza mortal y por último…mi propia resurrección. Reencontrarme conmigo y mis formas, mis colores mis sonidos y asi, limpia de dolor reencontrarme con los que nunca me negaron y siempre supieron que volvería…nunca se apartará del todo esa cruz, siempre habrá miedos, desconfianzas y traiciones…pero aquel día la miré a la cara y se hizo tan pequeña que no pesa y me recuerda que  mis colores nunca me abandonaron, sólo esperaron.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Vectores en Sombras


Levantó la vista y se encontró con su imagen en el espejo, era él, Dodo. Las gotas de sangre en su cara se repartían por el lado derecho como dividiendo su rostro en dos partes.  Confuso, pero tranquilo, pasó la mano por su mejilla y constató que esa sangre no era suya y que las gotas ya estaban secas. Siguió mirando su rostro intentando recordar cómo llegó, no se giró, a través del reflejo fue recorriendo la habitación, si, era su casa, el monitor de su ordenador estaba encendido y le daba un reflejo contrario…aun así se quedaba mirando la faz de ese hombre manchado de sangre en el cristal .
No recordaba cómo había llegado hasta su piso, ni de dónde venía esa sangre…pero estaba increíblemente tranquilo. Ni todos los ansiolíticos,ni antidepresivos habían conseguido esa sensación, tal vez por eso no quería girarse, para no dejar escapar esa atonía. En sus manos también había sangre. Estaba seguro que al dejar de mirarse recordaría todo y tal vez la culpa lo envolviera, tal vez se depreciara a sí mismo...lo que fuera sentiría algo si se movía , por lo que  decidió no girarse, no quería saber, ni sentir…encontraba su propia paz en esa imagen.
Si, había llegado a los ansiolíticos y antidepresivos, el mundo parecía estar en su contra y esa ciudad…esa puta ciudad que no le dejaba respirar.  Nada tenía sentido en lo que se llamaba vida real, tenía trabajo…una mierda de trabajo en un banco cualquiera que le obligaba a teclear números falsos el día completo.  El sueldo no era gran cosa, pero podía mantenerse apartado del mundo. En cuando entraba en su “cueva”, encendía el ordenador y la red le esperaba…comenzaba entonces su verdadera vida,  creaba monstruos, figuras indemnes a la gravedad. Pero era siempre interrumpido por alguien, algún humano con aspiraciones morales mayores y lo obligaba a salir.
Esas personas ya no tenían rostro ni nombre…simplemente sabía que existían por su olor que quedaba en su cerebro y no le dejaba volver a sus figuras, eran ellos los que lo colocaban en algún sitio de su vida, él simplemente se encogía de hombros y asentía. Pero nunca comprendía del todo sus conversaciones sobre la actualidad y los hijos de puta que los rodeaba ¿No era más fácil pegarles un tiro? Y si no podías, pues pégate un tiro a ti mismo, pero deja de quejarte.
Pero un día llegó ella, todos la vieron como una chica normal, pero él la vio cómo sus figuras inventadas en el ordenador, incluyendo los vectores que cambiaban según se movía y la luz se transformaba en números. Reconoció ese vestido rojo, él lo diseñó hacía dos noches atrás. Ella lo miró y sonrió, luego simplemente se bajó del autobús en el que ni se había dado cuenta que estaba ¿Tomaba todos los días el autobús?, él también bajó y comenzó a buscarla, pero no la pudo encontrar. Ya no llegaba al trabajo, así que inició una caminata por esa ciudad.
Seguía frente al espejo, la piel de su rostro comenzaba a tensarse al secarse la sangre y el olor comenzaba a envolverlo. Sabía que debía girar, el monitor dejó de sonar… se había apagado, aunque en el reflejo todo era normal, las cosas de frente son siempre diferentes.
Aquel día que caminó por la ciudad, seguía buscando a la chica que él había creado, aunque como siempre se lo negara a si mismo…él seguía mirando tras cada esquina. Al llegar a su casa, pasó frente al espejo y se sentó frente al monitor ya encendido. Buscó el archivo de la chica…ahí estaba… ¿Qué había visto?, pero de pronto se le ocurrió que podía crearse a si mismo…no sería difícil, tenía muchas fotos de si mismo. Y así lo hizo, se creó con todos los detalles y formó un escenario para él, la chica y otros amigos…amigos inventados, porque esos con los que se relacionaba a diario eran unos imbéciles. Con delicadeza movió los dedos sobre el teclado y se acercó a la chica…su yo virtual le transmitía las sensaciones ¿o él las inventaba?
Sintió como la mujer recorría su cuello con la lengua dejando atrás el paso de su pelo negro. Ella le quitó la camisa y lo tumbó en el suelo, en ese momento se dio cuenta que debió crear una cama o algo, pero ya era tarde. La mujer desnuda lamió cada rincón de su cuerpo digital y él respondía a través del teclado sudoroso y excitado. Ella lo giró y recorrió su espalda con sus pechos erectos demostrándose su suavidad (que bien la he creado, pensó) pero al parecer ella leyó ese pensamiento y  lo  volvió a girar  “Te estoy creando yo a ti, ahora” le dijo ella. Y le besó en los labios, dejó que la penetrara y lo cabalgó hasta que el teclado desapareció y sólo estaba él y ella…los gemidos, el sudor, los gritos de placer llegaron…no supo dónde, en qué espacio…pero existían más allá del teclado, su habitación o su cuerpo. Pero despertó solo, con la pantalla de su ordenador encendido…sin saber si todo había sido un sueño, si esa chica era real o no…”Te estoy creando yo a ti,  ahora” pensaba, pero la hora de volver a coger el autobús llegaba…la vida, la real…le esperaba…pero ese día, no se tomó el ansiolítico, ni el antidepresivo.
Sus piernas ya tenían calambres, llevaba horas de pie…era hora de girarse.
Al darse la vuelta, todo estaba igual que en el reflejo, incluso su monitor encendido, nada era diferente, salvo en pequeño rastro rojo en la entrada de su cuarto, entonces recordó todo.
Cogió el autobús como todos los días, llegó al banco y se sentó en su sitio de siempre a copiar números falsos…de pronto un camión entró al lugar y se bajaron 7 personas armadas gritando algo de libertad y que la deuda la paguen ellos y casas (lo mismo de siempre, pensó)…él, por instinto se tiró al suelo mientras otros corrían y gritaban…luego la explosión y silencio. Su rostro quedó manchado de sangre de sus compañeros que intentaban huir. Aunque reconoció el olor de esos que entraron…¿eran aquellos que lo sacaban de su apartamento?
Y ya está, simplemente había sido espectador, como en su relación por ordenador, como cada día…observador…no sentía culpa, sentía frustración, tenía la idea de que recordaría haber hecho algo grande, pero no…sólo se echó al suelo mientras otros morían.
Levantó la vista y se encontró con su imagen en la cristalera del hotel. Había gente con pancartas y periodistas, su rostro estaba calmado, en su reflejo veía a su chica y a sus amigos virtuales. De pronto se detuvo el coche frente a las escaleras. El hombre que bajaba era mayor, con una sonrisa saludaba a los medios y miraba a la gente que le acusaba de ladrón, traidor con algo de picardía, sabía que la “justicia” estaba comprada. Que el atentado contra su banco no había hecho otra cosa que darle armas contra sus opositores. Rodeado por cámaras y micrófonos nadie vio la pistola que apuntó a la sien y sentenció su muerte.
Todos los policías se echaron encima de Dodo, giraron su rostro y pudo verse en el reflejo del edificio…se sentía bien, a pesar de los golpes, no oía los gritos…pero si vio a su chica a través del reflejo con su arma apuntándole a la cabeza, solo él la veía…cerró los ojos y dijo “hazlo Alicia”.

Dedicado a Enric Martí